Hola y bienvenidos a todos de nuevo. En esta ocasión quiero presentar a Isaac Alcalde, educador social que está llevando a cabo una importantísima labor en la identificación y exposición de necesidades sociales que no están suficientemente cubiertas, especialmente en los grupos sociales más vulnerables. Afincado en Cervera de Pisuerga (Palencia) y comprometido con los más desfavorecidos, esperamos que esta entrevista pueda poner un poco de voz a aquellos a los que se les niega de facto la posibilidad de ser escuchados y tenidos en cuenta. Gracias Isaac por la aceptación de esta entrevista, espero que los lectores disfruten leyendo la entrevista tanto como yo he disfrutado haciéndola.
I: ¡Gracias a ti! por la invitación, y por la paciencia de esperar hasta que yo me he visto capacitado para poder responderte en condiciones.
J: En primer lugar, me gustaría saber cuáles fueron y siguen siendo tus motivaciones a la hora de estudiar educación social y de desempeñar un trabajo tan sacrificado pero gratificante. A menudo se dice de la dedicación a esta disciplina no es rentable económicamente hablando, pero quizás puedas exponer algunas razones que la podrían hacer rentable.
I: Pues bien, en un principio era persona de Ciencias, yo quería ser biólogo…y empecé mi carrera por esta rama, en Ciencias Ambientales.
El cambio surgió –entre otras cosas- por las compañías: varios de mis amigos y amigas estudiaban y trabajaban en el ámbito de lo social y, en muchos de los entornos en los que me movía existía un espíritu de reivindicación social. En este contexto surgían conversaciones y situaciones, que me generaron mayor curiosidad por estos temas y también me hicieron consciente que había muchas cuestiones sociales que desconocía. Esto, sumado al desencanto que tenía con los estudios que cursaba, ayudó en la decisión de cambio hacia algo que me ayudase a entender muchas de las incógnitas que se me habían generado. Decidí embarcarme en una formación que creo, me permitiría comprometerme con los demás y conmigo mismo, tomando una óptica diferente
Estos inicios en las ciencias, además de la “pérdida de tiempo” (visto desde la perspectiva de la utilidad social), me han aportado unas bases y una visión algo distinta y, en mi opinión, enriquecedoras para comprender fenómenos personales y sociales.
Para mí esta es la rentabilidad asociada a mis estudios y trabajo: conocer y actuar sobre el mundo y sobre mí mismo, y entender que existe una correlación entre estas actuaciones . Este aprendizaje conlleva (siempre) momentos duros, es parte imprescindible del desarrollo personal. No hay crecimiento sin deseos de mejora y sin experiencias.
Y bien es cierto que la rentabilidad económica es baja, al menos desde mi experiencia, pero pocas profesiones pueden proporcionar la posición privilegiada que la Educación Social aporta , ya que al estar en contacto con sectores que reciben bastante rechazo social, tu realidad es diferente, es contrastada y es una forma de no perder la consciencia de que existen problemas sociales en los que uno no puede permanecer hermético y hacer como que no existen. Intervenir en estas situaciones es un regalo, por las experiencias que te brindan. Y aunque el impacto o trascendencia parezcan escasos, creo en que “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo” como decía Galeano.
J: Estupendo Isaac, me gustaría preguntarte por un aspecto particular de tu profesión, me refiero a tu experiencia en el ámbito de los centros de menores ¿podrías hablarnos de esto?.
I: Si. Comentadas mis motivaciones y visión personal de la Educación Social, he de señalar el contraste que existe en el modo en que esta disciplina se implemente a nivel laboral.
Mi experiencia laboral se concentra principalmente en intervención en el ámbito de la infancia en riesgo de exclusión y/o problemas de conducta y en el ámbito de las dependencias y adicciones. Problemas que como tantos otros, desde mi punto de vista, son fruto de lo mismo: La insatisfacción personal, vista como un producto de la discordancia entre motivaciones internas y externas y de las expectativas de satisfacción de las mismas en la pura realidad. Algo no funciona en las interacciones de estos elementos, y aquí es donde entra en juego mi trabajo.
En el caso de mi trabajo en centro de menores pude observar como la mayoría de estos chavales y chavalas llegaban con unas motivaciones internas totalmente mermadas, desbordados por exigencias y demandas externas y unas expectativas nulas o totalmente irreales sobre los otros y sobre sí mismos. Y el planteamiento institucional era siempre el mismo: “olvídate de todo, obedece y te encontraré un lugar propio de persona civilizada y normal”. Algo totalmente inaceptable, ya no éticamente, si no también psicológicamente ya que en ningún momento se les enseña a manejar la frustración que estos chavales experimentan. No hay que dejar de lado el carácter autoritario de estas medidas, que rara vez están complementadas con afecto y que la mayoría de las veces, son un parche para el problema pero no una solución.
Este planteamiento hace que inevitablemente surjan problemas que de otra manera serían evitados, más aun, cuando sabemos el éxito que tienen otras medidas alternativas al internamiento .
Aquí entramos los educadores y educadoras sociales, así como todos los/las profesionales de la misma familia, con nuestros planteamientos propios (en la mayoría de los casos) y tratando de humanizar un proceso de trato sistemáticamente deshumanizado, dotando de un contexto, explicación y sentido a estas medidas tan restrictivas para ayudar a estos menores a construir un marco de referencia que les permita ser unas personas perfectamente funcionales y felices.
Por tanto, nos encontramos entre dos aguas. Nosotros somos los encargados de; por una parte, trabajar con las personas y sacar lo mejor de ellos, para ellos y los demás; y por otra parte, trabajar para la empresa o institución cumpliendo sus objetivos y cupos. Creo que en todos los casos particulares que conozco estas dos partes han entrado en conflicto, y éste es el mayor escoyo laboral al que te enfrentas (demasiado a menudo) como educador/a social, más allá de las situaciones descorazonadoras que puedas encontrarte.
En última instancia, estos problemas tienen una raíz común: la aplicación del concepto económico de calidad a estas intervenciones en Educación Social, eminentemente «no productivas»: eficacia, eficiencia, rentabilidad… Sustentado y blindado por una burocratización desmedida, que no deja ni un recoveco en cualquier programa, proyecto o intervención para el ser realmente humanos con los que lo necesitan. Por poner un ejemplo vivido: tras el cambio de titularidad de mi lugar de trabajo, que pasó de ser ONG a una empresa de servicios, no se podía ni tomar un refresco con los chavales y chavalas del centro en una cafetería a la vuelta de una actividad, para tener un momento distendido, hablar con ellos de sus impresiones o simplemente desconectar. La razón dada: “no es terapéutico” (y costaba unos 8€). La alternativa (a este caso y a otros que suponían coste): “llevadles a la biblioteca, están allí un par de horas, y es gratis.” El resultado siempre fue negativo para ellos, pero es que es más cómodo (a nivel de burocracia) y más rentable no hacer nada y presentar un informe cada “x” tiempo, que organizar actividades e invertir en el bienestar de los menores. La pregunta es, una empresa encargada de gestionar un centro de menores ¿de dónde saca beneficios? ¿Trabajos forzosos? No se cuenta así porque no da buena imagen, si no, no dudo que se llevase a cabo.
No, aquí el dinero salía directamente de la dotación económica que la Diputación otorgaba para el mantenimiento y la intervención con los menores. Y las consecuencias: erradicar las actividades de ocio, reducción de personal, peores condiciones laborales y peores condiciones de vida para los/las menores. Llegamos a tener palets de comida congelada, comprada al por mayor (muy barata) ¡pero no teníamos cámara!, ventanas rotas tapadas con cartones durante largas temporadas (en una zona en la que podía llover durante un mes ininterrumpidamente).
Menores internados, sin actividades más allá de las obligatorias (formativas), en un “hogar” desvencijado, mala comida, profesionales desbordados, atados de pies y manos… ¿qué motivaciones y expectativas se pueden transmitir o modificar en este contexto? Al final estos niños, niñas y adolescentes se convierten en un puro trámite y así lo sienten. Esto daba lugar a continuos enfrentamientos que, demasiado a menudo, culminaban en violencia.
Como colofón de esta situación comentar que se cerró el centro por su “baja rentabilidad” y se reubicó a los menores y trabajadores en otros centros, no precisamente cercanos a los núcleos familiares y residencias respectivamente.
El caso de menores de edad me resulta especialmente sangrante, pues, mirado con perspectiva de futuro ¿qué proceso vital se llevan estos infantes y adolescentes? Al igual que podemos ver en nosotros mismos y los demás cómo se reproducen pautas aprendidas de nuestros progenitores (centrándonos para el caso en habilidades educativas y de crianza), ¿qué pautas podrán transmitir estos/as menores a su futura descendencia? ¿Educarán a sus hijos e hijas en los términos en que fueron tratados ellos?¿o necesitarán estos futuros padres y madres de otra institución que lo haga por ellos?
Lamentablemente este patrón tiende a repetirse en los distintos ámbitos de trabajo en los que me he encontrado y otros que conozco por formación y/o terceros, como por ejemplo la Educación. Cada vez más, el negocio y los réditos políticos (con visión a corto plazo) priman sobre intervenciones con calado y trascendencia social reales (de efectos a largo plazo).
J: Eres muy valiente al relatarnos estás situaciones realmente desconocidas para las personas que somos ajenas a esta realidad. Admiro el coraje mostrado para emitir este testimonio, la verdad.
Después de este merecido reconocimiento me gustaría preguntarte algunas otras cosas: Psicología y educación social tienen un nexo que desde mi punto de vista es muy importante tener presente en el momento que estamos viviendo. Me refiero al tema de los prejuicios, los estereotipos y las actitudes. Día a día observamos cómo algunos actores sociales están llevando a cabo una propaganda social y política que realmente amenaza las opciones de mejorar de muchos grupos excluidos. No sólo hablamos de actores extremistas, que también, si no de grupos de presión aparentemente moderados como los medios de comunicación mayoritarios o cada uno de nosotros cuando decidimos tomar el camino fácil de culpar a los otros de los males sociales. ¿Qué opinión te merece esta cuestión? ¿Alguna aportación clave que puedas hacernos al respecto desde tu disciplina?
I: Este es un tema muy complicado que toca todos los ámbitos, desde la cultura, la historia, la biología, la política…
Hemos de entender que los estereotipos existen, han existido y existirán. Son un mecanismo inconsciente de comprensión, interpretación y defensa de la realidad. Cuando yo digo en una conversación la palabra “mesa”, responde a un estereotipo, es un concepto que engloba y generaliza. Ahora, el uso adecuado o no de estereotipos radica en la intencionalidad particular y/o colectiva, ya venga dada por la ignorancia o por intereses más concretos. Nos encontramos en una situación actual de extremos, donde se repiten una y otra vez estereotipos de forma instrumental o donde se niega incluso la realidad, por coincidir ésta con algún estereotipo.
Cuando se oye continuamente un discurso (en las calles, la televisión… incluso en las escuelas) es que es aprendido y reproducido. Detrás de estas campañas siempre hay dinero invertido, y detrás de estas inversiones hay intereses bien definidos.
Está claro, sin tener que acudir a autores como Foucault o Fukuyama, que el concepto de identidad tiene mucha relevancia entre la población, pero por uno y otro lado esto deriva en ideologías y políticas identitarias, que flaco favor hacen al conjunto de la sociedad. Todo lo contrario, polarizan y dividen, desplazando los problemas e interés social en favor de otros intereses, de los que más a menudo deberíamos cuestionarnos sus motivaciones.
Entran en juego para ello estudios que relacionan la psicología y lo social, que permiten un análisis y comprensión más ajustados a la realidad, base fundamental para intervenciones adecuadas. Este tipo de estudios nos permiten entender y prever los intereses colectivos y comprender sus orígenes o entender procesos de asimilación y reproducción de nuevos conceptos de una manera crítica y razonada.
Cultura dominante, marginación, activismo, globalización, etc… son conceptos y fenómenos sociales sustentados en procesos psicológicos individuales y colectivos, por tanto ambas disciplinas se complementan y son necesarias para tomar decisiones acertadas.
J: Gracias Isaac por tus aportaciones. Observo, a raíz de lo que comentas, que el mundo de la Educación Social está muy infravalorado y vuestra labor en general muy poco reconocida a nivel social. Sin embargo, observo un optimismo y una resiliencia en ti digna de admiración, creo que para dedicarse a lo que haces hace falta tener una sensibilidad especial hacia el sufrimiento humano y una resistencia a creer que todo está perdido. ¿Podrías revelarnos un poco cual es la fuente de esas ganas de tirar para adelante y de seguir ayudando a los demás? Debe ser duro cumplir el papel de ayudar a quien no tiene otra salida y sufre marginación, discriminación y todo tipo de infamias de un importante sector de la sociedad. Creo que es necesario tener destreza en diferentes campos y además habilidades consolidadas que son trasversales a varias disciplinas. ¿Vale realmente la pena todo este esfuerzo y trabajar al servicio de los demás?
Esto vendría de la mano de lo que comenté anteriormente sobre la búsqueda de resultados a corto plazo, frente a proyectos educativos meditados y aplicados en periodos largos de tiempo. ¿Cómo se va a implantar nada que pueda dar resultados beneficiosos para la sociedad durante el gobierno del rival? Se buscan resultados dentro de las legislaturas, espantar el humo con acciones muy publicitadas, pero que el fuego siga ardiendo. Asistencialismo.
Esta no es la labor principal de la Educación Social y, como no se nos permite realizar adecuadamente nuestro trabajo, es difícil recibir el reconocimiento social. El problema para educadores y educadoras sociales viene porque (la mayoría) quieren y saben hacer su trabajo, y lo hacen. Aunque sea en los resquicios legales y en su tiempo “libre”. Esto es un arma de doble filo porque este trabajo no suele constar, pasa desapercibido y no se valora por los contratantes (y si se hace es por su carácter gratuito) no por la comunidad.
A esta situación se ha llegado mediante un proceso de profesionalización que se caracteriza por la indefinición del perfil del profesional y el desconocimiento por parte de la sociedad de sus funciones y aplicación. Lo que dificulta su introducción en sus ámbitos de trabajo. Un trabajo que por otra parte era de urgente aplicación y que estaba siendo llevado a cabo en su mayoría por organizaciones o asociaciones con muy pocos recursos o apoyo y con un carácter muy asistencialista.
Poco a poco, desde el trabajo realizado, sus resultados y la visibilización de los mismos, se consiguió un mayor reconocimiento de la profesión, y una mayor oferta y demanda de esos servicios, para dar respuesta a problemáticas latentes.
Pese a esto, el impacto es mínimo a nivel de puestos de trabajo, y por tanto, de interés real por parte de las Administraciones y Gobierno. Siendo en la mayoría de las veces el educador o educadora social un medio para acallar las voces de quien sí lo ve necesario, incluyéndoles en proyectos de forma muy puntual, de forma complementaria y difusa.
Además, estas actuaciones se desarrollan en ausencia de unas funciones profesionales definidas y de falta de financiación. Lo que, una vez más, nos demuestra el poco interés e iniciativa de las Administraciones y Gobiernos, que se suman a la “novedad”, pero rápido olvidan las verdaderas motivaciones de la introducción de esta profesión en distintos ámbitos.
En la actualidad ya existen profesionales de la Educación Social integrados en diversos proyectos, y su trabajo es reconocido como útil y efectivo por otros profesionales y la sociedad. Pero se sigue con una base poco sólida, caracterizada por la ambigüedad en la normativa; de contratación, ámbitos de trabajo, funciones, definición de espacios, etc.
En esta tesitura, para hacer lo que hacemos (lo que nos dejan hacer) sirve casi cualquier perfil. Encontrándonos con esperpentos como el programa “agente tutor” en varias escuelas, una forma bonita de decir policía dentro de los colegios para ¿educar? O el problema que nos plantean muchas veces enfocado al voluntariado o el intrusismo laboral. Pero el problema real sigue siendo la falta de definición y protección de la profesión y delimitación de funciones.
Ante esta situación, en lo personal, no sabría decir si es resiliencia o reticencia. Una oposición a pasar por el aro y tratar con las personas con unas premisas y estándares, a mi parecer, equivocados y perjudiciales, que perpetúan más que transformar. Yo creo firmemente en la utilidad de mi trabajo, he intento actuar en consecuencia tanto dentro como fuera de él. Hay unas palabras de Enrico Malatesta, con las que me identifico en la forma de ver el mundo, y me parecen fundamentales para todo educador y educadora social:
“En todo hombre hay siempre algo humano que en circunstancias favorables puede ser evocado útilmente para vencer los instintos y la educación brutales. Todo hombre, por degradado que esté (…) tiene siempre alguien al que ama, algo que le conmueve. Todo hombre tiene su cuerda sensible: el problema es descubrirla y hacerla vibrar”.
Cada vez que, ya no como profesional si no como persona, eres capaz de hacer “vibrar esa cuerda” te das cuenta de que vale la pena el esfuerzo.
J: Magnífico, unas reflexiones muy interesantes, la verdad. Para finalizar esta entrevista…¿Algún consejo para las generaciones venideras o para las actuales? ¿Algún mensaje que creas tu toda la sociedad debe escuchar?
I: Pese al tono negativo o pesimista que pueda haber transmitido, mi mensaje sería de ánimo. Hay mucho por hacer, a nivel social e institucional. Y si nosotros como educadores y educadoras sociales no nos preocupamos y lo hacemos, otro vendrá a ocupar el “hueco”. Otro que pueda no poseer la formación, las herramientas o la intención adecuadas.
El único consejo que puedo dar es; si crees que debes hacerlo hazlo. Antes que como educador/a social, tornero/a-fresador, policía o ministro/a, como persona. Más que estudios o profesión, busca una filosofía de vida. Porque los trabajos vienen y van y los sueldos por sí solos no solucionan nada, pero tu vida y lo que hagas con ella será algo que te acompañe siempre, y siempre afectará a tu entorno.
Como dijo Lucio Urtubia, “La utopía llama para andarla y en el recorrido hacia ella nos congratularemos de ser creadores de sueños y realizaciones.” Si crees que la Educación Social es tu camino, adelante sin dudarlo.
J: Muchas gracias Isaac por tu colaboración y por tu compromiso con el Proyecto Psicoda, necesitamos personas valientes y sinceras que nos muestren un poco de la otra cara de la sociedad, la que nadie quiere ver, de la que nadie quiere hacerse responsable…Hay personas que realmente nos necesitan y creo que ayudándolos nos ayudamos a nosotros mismos, porque damos la mejor versión de nosotros y rebatimos una consigna nada esperanzadora pero muy cómoda: “El hombre es un lobo para el hombre.
2 de noviembre de 2020
Entrevista realizada para el Proyecto Psicoda.