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¿Por qué las personas se drogan? Explicaciones fascinantes desde la neurobiología para mentes curiosas. (I) Teoría de sensibilización al valor del incentivo.

Una de las preguntas más difíciles de responder hoy en día sobre la problemática de la drogadicción en nuestra sociedad es su origen. ¿Por qué las personas se drogan?

Existen muchos puntos de vista posibles desde los que abordar esta cuestión, pero en este caso nos vamos a centrar en uno de corte neurobiológico. El objetivo es acercar a público no especializado en la psicobiología de las adicciones algunas cuestiones que desde mi punto de vista son muy interesantes al respecto de este problema. Este artículo es la primera de una serie de explicaciones, ilustración de conceptos y modelos referidos a la conducta adictiva, pero siempre redactada para que todos la disfruten.

Cuando hablamos de drogadicción, hemos de tener presente que existen cambios en los circuitos neuronales de quien consume las sustancias adictivas. Hablemos de un circuito neuronal en concreto: El sistema de recompensa del cerebro (para no abrumar al lector, no mencionaremos ninguna estructura cerebral en concreto, aunque para más información pulsar aquí), este sistema consta de una serie de conexiones entre diferentes zonas del cerebro que está fuertemente involucrada en el placer. Cuando experimentamos placer en cualquiera de sus formas, este circuito tiene algo que ver.

De hecho, es aquí donde podemos encontrar una explicación fascinante de por qué nos acercamos a aquello que nos da placer y que implicaciones tiene esto a la larga.

Cuando esta vía es activada por algo que nos da placer, se produce una descarga de un neurotransmisor llamado dopamina, en ciertas estructuras cerebrales y digamos que el cerebro se vuelve muy sensible a estas descargas. Más sensible cuando más fuerte sea la descarga y más sensible cuanto más rápido se produzca esta (razón por la cual las drogas que se consumen fumadas, esnifadas o inyectadas tienen un poder adictivo mucho mayor, porque por esta vía de administración llegan mucho más rápido al cerebro). Es como si el cerebro buscase repetir esta descarga a toda costa.

Aquí debemos hacer un pequeño paréntesis para explicar que la dopamina es el neurotransmisor implicado en la búsqueda de novedad, en el aprendizaje y en el placer, y se cree que hace miles de años, pudo tener un papel crucial en nuestra evolución hacia lo que somos, mediante el impulso al descubrimiento de nuevos territorios, el establecimiento de sociedades que gozaban de cierta seguridad (sobre todo por la cooperación de sus integrantes) o por la búsqueda de algo emocionante que aportara felicidad al ser humano.

Lo interesante de este circuito neuronal, no es solo que nos produce una agradable sensación de placer si no que cuando la dopamina decae, se activa un sistema que tiene grandes implicaciones en el estrés. Ante la falta de dopamina en el cerebro, las personas nos quedamos planas, nos sentimos vacías, y apáticas. Si a esto le sumamos que los mecanismos que operan en el estrés son activados, tenemos una creciente sensación de ansiedad, intranquilidad y desasosiego.

Vamos a suponer dos casos. Uno, el de A, una persona a la que le toca el euromillón, un premio de 90 millones de euros. Imagínese lo rápido que se descargará la dopamina en el cerebro y el impacto que tendrá en su estructura cerebral. Esa descarga tan potente activará unas conexiones neuronales, y no otras, y estás mismas que fueron activadas con tanto ahínco serán las que tendrán más probabilidad de activarse por defecto la próxima vez. Esto se explica por la regla de Hebb, un brillante neurocientífico y psicólogo que propuso que si dos neuronas se conectan por una vía, una sola vez, esa conexión estará fortalecida, y será la vía más probable por la que fluirá la corriente sináptica la próxima vez. Esta es una de las bases neurobiológicas del aprendizaje. Si lo pensamos bien, cuando alguien nos pregunta ¿4×3? Respondemos 12, porque la ruta neuronal más fortalecida es la que lleva al 12 y no la que lleva al 456, por ejemplo. En el caso de A, que ha recibido esa importante suma de dinero, veremos que su cerebro va a tender a sensibilizarse muchísimo a estas descargas de dopamina tan salvajes. Competir con este incentivo va a ser muy difícil puesto que no va a haber muchas cosas en la vida que pueda elicitar una respuesta en el cerebro tan repentina y gratificante. Este es el peligro. Cuando la dopamina se descarga en estas cantidades y no se modula su efecto, nos volvemos demasiado sensibles a ella, y la buscamos a toda costa. Si esta persona repentinamente pierde todo su dinero, dificilmente podrá quitarse su desgracia, ya que revertir este proceso es realmente complicado.

Múltiples estudios y experimentos en psicología sustentan la idea de que la sensibilización del cerebro a la dopamina, y en especial la sensibilización del sistema de recompensa es dificilmente reversible. Además esta resistencia a la reversión es duradera en el tiempo. En algunas drogas, durante la abstinencia se recurre incluso al concepto de “incubación del deseo de consumo”, para referirse al hecho de que la retirada de una droga, no produce sus efectos en el momento, si no que los puede producir a lo largo de mucho tiempo, incluso meses después.

Es hasta paradójico el hecho de que precisamente durante la abstinencia de las drogas, el cerebro siga sensibilizándose a esa droga, y que estos efectos no decaen en mucho tiempo. Esto es algo muy interesante y su conocimiento muy útil para explicar algunas sensaciones que son “ilógicas” desde la perspectiva cotidiana.

Este sujeto, A presentará a lo largo de mucho tiempo una vulnerabilidad individual, puesto que es mucho más probable que busque aquello que le dio tanto placer (sea una droga, u otra situación que tenga el potencial de elicitar una respuesta dopaminérgica fuerte y repentina) y seguramente esté dispuesto a hacer muchas más cosas que otra persona que no tiene esa sensibilidad al estímulo.

En cambio, B, una persona que obtiene la dopamina por medio de reforzadores naturales, no tendrá esa necesidad tan urgente y apremiante de buscar aquello que active su circuito de recompensa hasta un nivel excesivamente alto.

Algunas autores exponen una idea que a mi juicio es de las más interesantes del tema que aquí nos ocupa. Es la idea de que las personas que se hacen sensibles a determinados estímulos o contextos (drogas, afecto patológico/relaciones tóxicas, ambición económica desmedida, ingesta compulsiva, etc.) sufren un efecto que es el siguiente: A medida que nos acercamos a algo que nos da placer por primera vez, experimentamos un placer decreciente en él, especialmente si esa primera vez es muy reforzante. Nos encanta comernos un delicioso plato de nuestra comida favorita y si lo hacemos muy de vez en cuando la disfrutaremos mucho. El problema radica en que la queramos comer todos los días y no podamos parar de hacerlo (como en el caso de los comedores compulsivos). Este problema le ocurre a una parte de la población. A otros les ocurre que no pueden dejar de pensar en ganar dinero, otros no pueden dejar de consumir cocaína o alcohol, otros no pueden dejar de jugar a videojuegos y otros no pueden abandonar su pareja, a pesar del daño que les está haciendo. El principio subyacente es el mismo: La sensibilización a la dopamina hace que nuestro “gusto” por las cosas se convierta en una “necesidad” si se establece una relación patológica y especialmente si tenemos una vulnerabilidad individual, necesidad que está respaldada por el circuito neuronal que responde a la falta de dopamina, el circuito de respuesta al estrés.

En resumen, existen cosas que tienen poder adictivo en las personas. Cuando hablamos de drogas es muy sencillo discriminar que estas piratearán nuestro sistema de recompensa y lo harán demasiado sensible a estas sensaciones. Desde una posición racional, no merece la pena porque el beneficio que vamos a sacar de la ingesta difícilmente va a compensar el deterioro de salud que nos acarreará. Desde un punto de vista emocional, educativo y social se puede entender sin juzgar, por qué las personas comienzan a drogarse, sobre todo cuando la personalidad no está formada, es vulnerable y el sistema de recompensa busca probarse a sí mismo de las maneras más extremas. Si mezclamos esto último con una falta de afecto por parte de los padres, autoconcepto negativo, dificultades en la relación social, y falta de adhesión a las normas y al esfuerzo, tenemos el caldo de cultivo perfecto para que surja la conducta adictiva. Es de vital importancia entender lo que aquí se explica para implementarlo en nuestro estilo educativo. Aún no entiendo por qué no se explica esto en educación y prevención contra las drogas, en lugar de poner los dientes largos a los adolescentes con los efectos o formas de administración de las drogas o transmisión de estereotipos que aunque desde el punto de vista del adulto son ridículos o indeseables, el adolescente siente orgullo de identificarse con ellos en su ingenuidad.

Por otro lado, tenemos el caso de estímulos que pueden ser neutros (jugar a un videojuego no es patológico per sé, o enamorarse, o tomar una cerveza, por ejemplo) puede ser muy complicado distinguir cuando algo “nos gusta” o cuando algo “lo necesitamos” para no sufrir sus consecuencias negativas a nivel emocional de su falta, pero es muy importante testearse y conocerse, para evitar contextos en los que puedan surgir indicios o “pistas” de que algo que nos perjudica por nuestra vulnerabilidad individual, se acabe implementando en nuestra conducta cotidiana.

Imaginemos el caso de una persona que siente una especial debilidad por los dulces. Muy probablemente esté demasiado sensibilizado a determinados compuestos químicos que contiene ese pastel. Y lo más importante, lo que realmente le produce placer es el hecho de entrar en una pastelería, recrearse, barajar en su imaginación que pastel se va a llevar, o si se va a llevar 3, compartirlo con otros glotones como él que se retroalimenten y regocijen en el placer disfrutar de un suculento pastel, pensar dónde se lo va a comer, y en que situación. No es el hecho de incorporarlo a su cuerpo para producir la energía necesaria para seguir existiendo, es toda esta maquinación subyacente, y este es el indicio de que existe una vulnerabilidad individual.

¿Cuál es tu vulnerabilidad individual? ¿Alguna vez lo habías pensado?

Redactado por Javier Barragán , Director del proyecto Psicoda.

16 de diciembre de 2020 

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